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Capítulo 3. Manzanas.

junio 3, 2023

— ¿¡Que le propusiste… qué?! — mi primo Fabio se giró al mismo tiempo que se bajaba un poco sus gafas de sol de chico alternativo y moderno.

Le hice un gesto con mis manos para que bajase el tono porque la gente de la tienda empezaba a querer tener más detalles también.

— Se escandaliza la persona que se las come a pares… — me dio un manotazo molesto y alagado a partes iguales.

— Yo no estoy casada, guapa — Fabio cogió un vestido satinado negro y me lo enseñó, pero yo negué con la cabeza antes de mirarlo con detenimiento. Él hizo una mueca de asco y prosiguió en la búsqueda del vestido para mi cumpleaños. — Bueno, ¿y me puedes contar como un “deberías vivir más” desemboca en un “Dani, tenemos que ir a un club swinger”? — y lo dijo tan alto que la señora que nos venía siguiendo muy atenta a la historia asintió como si Fabio le hubiese quitado la pregunta de la mente.

— Pues… — agarré a Fabio del brazo que seguía mirando prendas y le di la vuelta para quedarnos los dos mirando a la señora que disimuló como pudo — ¿no le ha pasado a usted, señora? —  pregunté porque yo podía llegar a ser mucho más descarada que ella

— ¿El qué? — preguntó la señora de pelo recién peinado de peluquería que nos miró algo confusa…

— Pues que a veces va a comprar manzanas y acaba con el carro lleno de plátanos, berenjenas y pepinos… — Fabio me miró escandalizado y la mujer asintió, aunque no creo que entendiera lo que le estaba diciendo porque ni yo misma lo hacía.

— ¿Y las manzanas? — preguntó confuso Fabio.

— ¡No quedaban! pero el carro está lleno igual…

— Discúlpenos señora — Fabio sonrió para después agarrarme del brazo y sacarme de la tienda. — ¿Plátanos? ¿pepinos? ¿Cuánto tiempo hace que no os acostáis?

—  Estaba haciendo un símil, que es que estás obsesionado con el sexo…

— Pero qué símil…

— Pues que a lo mejor estoy bloqueada porque siempre compro manzanas porque sé que me gustan. Pero a lo mejor, comiendo plátanos y pepinos me desbloqueo y puedo escribir sobre ello…

— Hija mía… pero ¿cuántos pepinos te quieres comer? — y lo dijo haciendo un mohín con su boca.

— ¡Cállate! Solo digo que necesito salir de la zona de confort.

— ¿Más? ¡Has mandado a la mierda a tu jefe! Estás sin un puto duro e intentando hacer una novela de éxito — me miró mientras me sujetaba la puerta de una cafetería por la que pasamos para terminar con un — cariño, saliste de tu zona de confort hace algún tiempo…

Lalita Café era nuestra cafetería favorita de Sevilla, por el café y porque siempre nos hacían hueco a pesar de que el local era muy pequeño y estaba a reventar.

— Os saco un par de sillas en la barra — Anunció Ramón, el camarero que siempre nos trataba como parte de la familia.

— Sí, porque necesito sentarme o me caigo muerto — exclamó Fabio que seguía sin entender qué me estaba ocurriendo.

¿De verdad os parece escandaloso?

No sé, he fantaseado muchas veces con la idea de hacerlo, no de irme con otro tío si no de coquetear delante de Dani y que me lance esa media sonrisa que en realidad esconde incomodidad y deseo. Me gustaría verlo en un entorno en el que no se desenvolviera con tanta fluidez como acostumbraba porque Dani era muy seguro de sí mismo, es de las típicas personas que parece que siempre sabe lo que hace, como si lo hubiera medido al detalle, pero nada más lejos de la realidad, solo improvisaba.

Me parecía una buena idea para recuperar esa chispa de las que todas hablamos alguna vez en la vida que no es más que una forma de decir…

— Vamos, que quieres que te enchufen bien — soltó Fabio con la sutil delicadeza que lo acompañaba.

— ¡Fabio! — exclamé molesta.

— Los cafecitos — Ramón nos colocó delante dos enormes cafés con un corazón de espuma dibujado. Le sonreímos en señal de agradecimiento.

— Es que Tati, no me hables de chispa que a nuestra edad ya sabemos de sobra lo que es la chispa…

— ¿Tú crees que habrá alguna pareja que sí que sienta lo mismo que el primer día?

— No — y ni siquiera lo pensó.

— ¿No?

— Eso es imposible — dio un sorbo a su café — porque las primeras veces sientes el nudo ese en el estómago de la incertidumbre…

— ¡Exacto! A eso me refiero… yo conozco tan bien a Dani que sé todo lo que va a hacer o decir en cualquier momento.

— Lo sé hasta yo, es que algunos tíos son muy predecibles. — Agitó su cabeza y me miró de nuevo — Por eso te digo, esa tensión es imposible mantenerla — y sentenció su frase con una palmada.

— A no ser que vayamos a ese club — y estaba muy convencida de mi idea.

No sé si os pasará, pero la fuerza que adquiere una idea mía es directamente proporcional al número de personas que me digan que va a salir mal.

— Donde tú ves una solución, yo veo un problema porque no sé cómo vas a hacer para que Dani acepte.

Y yo tampoco lo sabía. Le conté mi solución a Celia en una llamada que duró lo que tardé en llegar al estudio de Dani y su opinión fue muy similar a la de Fabio.

— Yo no te dije que fuerais a un club de intercambio — dijo nerviosa.

— Pero piénsalo, sería muy inspirador

— No te voy a decir que es una buena idea Tati porque conociéndote puede salir muy mal.

— ¿Cómo que conociéndome?

— Tú ya has pensado tu novela, ¿no? Un tipo alto, moreno y muy agradable… diciéndote frases del tipo: no haré nada que no me pidas… y eso está muy bien para una novela, pero en la realidad Tati, Dani se folla a otra y después se mandan mensajes a tus espaldas, y se vuelven a ver y encima la culpa es tuya que has sido la que le ha planteado abrir la relación… luego vendrán las inseguridades, la baja autoestima…

— Oye, pues me parece una idea que flipas.

— ¿Me estás escuchando bien?

— Que puedo escribir todo lo que nos pase, ¿a quién no le va a gustar?

— A ti, vas a acabar odiando esa novela. — resoplé — Tati de verdad, no necesitas joder tu matrimonio para escribir algo bueno…

— Bueno, me llego mañana y seguimos con la terapia…

— ¡¡Esto no es ninguna tera…!!— y le colgué.

El estudio de arquitectura de Dani estaba en el centro de Sevilla, él y su hermano heredaron el local de la floristería de su padre. ¿Qué por qué decidieron los dos estudiar arquitectura? Porque son alérgicos al polen.

Pablo, es el hermano mayor (solo por dos años) y fue él quien decidió un poco el futuro de ambos, no lo critico, pero a veces me resulta insoportable que estén tan juntos y necesiten tanto la aprobación del otro, pero es algo que nunca podré comprender porque yo no tengo hermanos.

El estudio tiene unos 7 años y no va todo lo bien que debería por eso ahora están trabajando tanto para conseguir llevarse ese proyecto de centro comercial enorme que van a hacer a las afueras de Sevilla.

Desde que conozco a Dani entro y salgo del estudio como si fuera mi casa, conozco a Alicia que es quién está en la puerta y a las dos administrativas Elena y Susana.

— Buenas tardes, Ali — saludo al entrar. Ella me hace un gesto con la mano porque está al teléfono. 

Yo paso hacia la habitación desde donde se escuchan voces y abro la puerta sin llamar.

— Bueno, ¿qué? ¿Hoy también me vais a tener hasta las tantas sin cenar?

Me quedé ojiplática cuando vi que acababa de interrumpir la reunión de la que Dani llevaba hablándome toda la semana. No pude ver la cara de descomposición de Dani, pero sí la de su hermano que era el que estaba de pie explicando varias diapositivas con diseños. Alrededor de la mesa tres hombres que no fui capaz de mirar de la vergüenza que sentí.

— No se puede descuidar la alimentación… — el más joven de los tres hombres miró su reloj — nos queda poco, ¿no Pablo?

— Sí, danos 15 minutos, Tati — Pablo me miró por no asesinarme y yo retrocedí pidiendo disculpas con los labios.

Me topé con Alicia por el pasillo.

— ¡Ay! ¡Que no te he avisado! — dijo ella muy apurada.

— No te preocupes… — se escucharon risas en la sala y nos miramos preocupadas.

Alicia y yo estuvimos hablando sobre los preparativos de mi 30 cumpleaños, Dani se había empeñado en que debíamos celebrarlo por todo lo alto cuando a mí, no me apetecía nada cumplir más años, pero bueno, como diría mi madre: señal que los he vivido.

Al cabo de unos minutos, salieron los tres hombres y tras ellos Dani y Pablo. Se despidieron con un apretón de manos en el recibidor para después despedirse de nosotras. Los tres iban vestidos con trajes de chaqueta oscuros y juraría que eran de sastre porque les quedaban perfecto siendo cada uno de una altura diferente. La sala se inundó de un olor a perfume con toques a canela cuando pasaron delante nuestra. Les dijimos adiós sonriendo como tontas y desaparecieron tras la puerta de cristal.

— ¿Cómo ha ido? — se interesó Alicia preocupada.

— No lo sé… — ellos se miraron confusos y resoplaron.

— Siento haber entrado así — me disculpé.

— Ya te vale — susurró Dani al pasar detrás mía para desplomarse en el sofá del recibidor.

Pablo era un poco más alto que Dani, pero llevaban el mismo corte de pelo. Ese tipo de peinados que, aunque estén un rato moldeándose quedaba siempre despeinado, y tapando parte de la frente. Pero eso no era culpa del peluquero, si no de la gran cantidad de pelo que tenían. Pestañas espesas y ojos muy grandes, del mismo tono de marrón. Dani tenía la cara algo más alargada, pero creo que era porque estaba perdiendo peso últimamente y Pablo se había dejado barba de tres días porque decía que así se veía más guapete. Muchas personas pensaban que eran gemelos, pero nada que ver. A nivel personalidad Pablo era el típico tío del cartel luminoso en la frente que dice peligro, en cambio Dani, era de esos que aparentan ser peligrosos, pero cuando los conoces sabes que te vas a acabar casando por mucho que no quieras.

— Bueno, no seamos negativos — exclamó Pablo en una autodefensa.

— Se nos han quedado muchas cosas por decir — Dani se llevó las manos a la cabeza y se echó el flequillo hacia atrás. Siempre hacía eso cuando estaba agobiado.

— No empieces Daniel — Pablo sonó agresivo.

Alicia y yo sentimos que estaba a punto de comenzar ese momento entre hermanos que tan incómodas nos hacía sentir.

— ¡Es que quieres ir muy rápido siempre! — reprochó Dani que se levantó.

— Pues haber hablado tú.

— Desde luego que si nos vuelven a llamar, hablaré yo, porque te expresas como el culo — y lo señaló con su dedo índice.

— ¡Imbécil! — Pablo se dirigió hacia él a paso rápido y lo empujó para quitarlo de su camino.

Salió y pudimos ver tras el cristal como se encendía un cigarro.

—Tranquilos — susurró Alicia. — Seguro que ha salido mejor de lo que pensáis.

— No es suficiente — Dani se fue en dirección contraria, hacia el pasillo del estudio para encerrarse en su despacho.

— Mejor que los dejemos… han trabajado mucho — los excusó Alicia.

— Sí, mañana se les pasa es el estrés acumulado.

Alicia y yo salimos del estudio.

— ¿No vamos a cenar? — preguntó Pablo soltando el humo de su cigarro.

— Lo dejamos para otro momento, hoy parece que no es el día — dije mientras le di un beso en la mejilla en señal de despedida — os hace más falta estar solos para que podáis hablar o mataros tranquilamente.

¿Te está gustando? ¿Qué te gustaría que pasase?

Nos vemos el domingo que viene 🙂

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